El titulo de este artículo es uno de lo versículos de la Biblia que tiene una mayor dimensión, que es ampliamente conocido y muy popular, que puede ser encontrado en muchos lugares, que es reproducido de forma cotidiana en carteles, camisetas, calcomanías y es difundido de forma masiva en las redes.
Ese versículo es Filipenses 4:13, el cua fue escrito por el apóstol Pablo en un momento muy dificil de su vida. Cuando Pablo lanza ese llamado de fe y de esperanza eterna, estaba atravesando un situación muy dolorosa y complicada de su vida ministerial, pues estaba preso, había sido maltratado y humillado, y estaba a punto de ser ejecutado por su firme defensa del evangelio de Jesús.
Por su fuerza, su poder y su espíritu visionario, ese versículo se ha convertido en una de las expresiones más impactantes de la Biblia y en uno de sus contenidos más difundidos en el mundo. En ese pasaje bíblico el apóstol Pablo expresa, con una convicción y una fe que mueven montañas: “Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece”. La expresión de Pablo es mucho más amplia, pero generalmente es resumida en esas ocho palabras. Resulta de mucha importancia conocerla completa y entender su contexto, para poder extraer de ella todas las enseñanzas que nos dejó el apóstol al escribirla.
La Epístola de Filipenses es una hermosa carta de agradecimiento y enseñanzas que Pablo le escribe a la Iglesia de Filipos, la cual le había enviado una ofrenda con Epafrodito. El apóstol había sido apresado por el emperador Nerón y su pena de muerte era inminente. A pesar de esa situación, Pablo mantenía su gran espíritu de “gozo”, de “contentamiento”, pues para él lo más importante era tener a Jesús en su corazón y servirle sin importar las circunstancias. Filipenses es una carta llena de una profunda fe y de muchas enseñanzas sobre el valor de la vida de Cristo en nosotros.
La parte del pasaje que concluye con la expresión que encabeza este artículo se inicia en Filipenses 4:10 y es una profunda reflexión de amor, agradecimiento, entrega, enseñanza y humildad ante ese gesto de los creyentes de la Iglesia de Filipo. Ese pasaje expresa lo siguiente: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece».
Con esa tremenda reflexión Pablo nos confirma que Jesús es la mayor fortaleza para todos nosotros, sin importar cuál sea la situación que estemos atravesando. En alegría y en tristeza, en salud y en enfermedad, en paz y en guerra, en tranquilidad y en tormento, en cualquiera que sea la circunstancias que estemos atravesando, Jesús es nuestra mayor fortaleza. Quien tiene a Jesús en su corazón y asume sus enseñanzas como norma de vida, no necesita nada más. Jesús es el hijo de Dios, que vino a la tierra a cumplir un mandato de su Padre para entregar su vida por todos nosotros, borrar nuestros pecados y habilitarnos el camino para acanzar la vida eterna. Su poder es tan grande que Jesús transformó la humanidad. Jesús dividió la historia en antes y después de él.
Dos mil años después de su muerte física y su hermoso proceso de resurrección, Cristo tiene hoy más vigencia que nunca y cada día impacta más los corazones de millones de personas que usan su vida, sus enseñanzas y su ejemplo para caminar el sendero de la salvación. Muchos se preguntarán cómo este humilde carpintero de Belén, que nació en un pesebre rodeado de animales, que nunca tuvo mayor riqueza que su ejemplo y sus palabras, ha podido tener un impacto tan grande en la historia de la humanidad y aún mucho tiempo despues, sigue siendo el soporte y el estímulo de la vida de millones de personas en el mundo.
Esa pregunta tiene una respuesta sencilla: Jesús es el Cristo, el Mesías, el enviado de Dios para hacer que la humanidad retome nuevamente la vía para reecontrarse con el Padre Celestial. Jesús vivió, murió y resucitó por todos nosotros. Jesús fue a la cruz para entregar su vida por nosotros y luego venció la muerte. Su resurrección es la muestra más clara y contundente de que existe un camino para alcanzar la vida eterna y llegar a la presencia del Padre Celestial. Ese único, verdadero y hermoso camino, sin ninguna duda, es Jesús. Por eso, tal como lo dijo el apóstol Pablo en Filipenses 4:13, “Todo lo podemos en Cristo, que nos fortalece”
Euri Cabral
Economista y Comunicador