La Policía Nacional ha explicado que se trata de una confusión. Desde lo más profundo de mi corazón: no puedo aceptar esa excusa. ¿Confundieron el carro? ¿La confusión fue que rellenaron de tiros al vehículo equivocado? 1 tiro pudiera, con mucha dificultad, ser entendido como confusión, ¿¿¿pero 60??? Esa excusa, no explicación sino excusa, solo confirma que las autoridades entienden que el problema son 3 o 4 individuos y no la cultura de la institución y la falta de control de las autoridades correspondientes. En otros países, por razón de la magnitud de la falta, las autoridades a cargo renunciarían.
El presidente Abinader emitió una declaración sobre este horrendo hecho y aplaudimos su rechazo enérgico a lo ocurrido y su valoración por la vida. Sin embargo, faltan pasos. Necesitamos una reforma de la Policía Nacional. Hay que depurar y reeducar. El valor de toda vida tiene que ser el fundamento sobre el cual esa institución sea replanteada.
Vivimos en una sociedad donde los esposos, que son los que deben proteger, son los que agreden; los padres, que deben defender, son los que acosan y la policía, que debe cuidar, es la que mata. Lo ocurrido no es escandaloso solamente porque le ocurrió a unos pastores -gente de bien- sino porque la institución encargada de nuestra seguridad y del orden público es justamente la que lo ha hecho.
Ahora mismo, la nación se encuentra sumida en un debate sobre el aborto y “las 3 causales”. Hemos adoptado una postura de defensa de la vida. Este es, exactamente, el mismo tema. Una policía que no respete la vida es un peligro para todo ciudadano.
Levantamos nuestra voz porque algo tiene que cambiar. No solamente con la Policía Nacional sino con toda RD. Es tiempo de hacernos preguntas duras y no soltar, por incómodo que nos sintamos, hasta tener algunas respuestas sinceras -aunque no nos gusten-. Este es el tipo de momento que nos ayuda a definir el tipo de nación que queremos ser.